Mascarada
J.
C.
Onetti
María Esperanza entró al parque por el camino de ladrillos que
llevaba hasta el lago entre sombras de árboles y torcía justamente al
llegar a la orilla chocando contra la luz de los reflectores, las espaldas
todas negras de...
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Mascarada
J.
C.
Onetti
María Esperanza entró al parque por el camino de ladrillos que
llevaba hasta el lago entre sombras de árboles y torcía justamente al
llegar a la orilla chocando contra la luz de los reflectores, las espaldas
todas negras de la gente que miraba deslizarse las lanchas con
banderines y música, los danzarines en la isla artificial.
Estaba cansada y
los tacones, tan altos como nunca los había usado, le hacían arder un
dolor como una herida en los tendones de los tobillos.
Se detuvo; pero no
era ahí, sentía sin saber por qué, que no era y además tenía miedo de
aquellas caras absortas, graves o sonrientes, miedo porque eran caras
tan semejantes a la suya misma bajo la violenta, blanca, roja y negra
pintura con que la había cubierto, miedo de que las caras miraran
comprendiendo su fraternidad y la miraran en seguida con odio por estar
haciendo algo que no debía hacerse cuando se tenía una cara así, cuando
se la había tenido, unas pocas horas antes,
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