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JUAN SALVADOR GAVIOTA
Richard Bach
Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo.
Chapoteaba un pesquero a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el
aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil...
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JUAN SALVADOR GAVIOTA
Richard Bach
Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo.
Chapoteaba un pesquero a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el
aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil gaviotas se
aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida.
Comenzaba otro día
de ajetreos.
Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan
Salvador Gaviota.
A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su
pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición
requerida para lograr un vuelo pausado.
Aminoró su velocidad hasta que el viento
no fue mas que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá
abajo.
Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella
torsión un.
.
.
sólo.
.
.
centímetro.
.
.
más.
.
.
Encrespáronse sus plumas, se atascó y cayó.
Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se
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